domingo, 24 de marzo de 2013

La ciudad entre nubes

Aquella ciudad parecía hecha a medida para las tormentas. Cuando llovía, era como si aquel lugar se embelleciese aún más. Los monumentos, las calles, todo era mucho más hermoso bajo las gotas de agua.
Siempre que llovía, mucha gente protestaba. Se escondían tras paraguas y capas de plástico, se refugiaban bajo soportales o se quedaban en casa. Pero algunos salían a disfrutar, sin más protección que su piel, a ver el espectáculo, a hacer fotos de la ciudad bajo ese cielo de nubarrones grises, a dejarse mojar por el agua, a llenar sus pulmones de aire con olor a tormenta. Porque aunque la gente proteste, sólo es agua. Sólo son nubes. Sólo es una sensación de húmeda libertad sobre la piel y el pelo, envuelto en un entorno que se viste de perfección bajo la luz de la tormenta.

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