viernes, 27 de septiembre de 2013

Dejad que llueva...

Es casi ridículo lo placentero que puede ser caminar bajo la lluvia.
El pelo suelto, sin paraguas, sin impermeable. Sólo tú, bajo la insistente caída del agua.
Las gotas caen violentas, imparables, acariciando tu piel, besando tus labios, fundiéndose con tu pelo, prendiéndose en tu ropa. Martillean tu cara suavemente, rozando delicadas tus párpados cansados, tus pestañas con rímel, tus mejillas enrojecidas. Desearías poder quitarte el abrigo y que la lluvia se perdiese por el resto de tu piel, que te envolviese con sus frías caricias. Pero si los transeúntes ya te miran mal por ir sin paraguas, imagínate ya sin ropa y descalza.
Es de noche ya, aunque casi es imperceptible. El cielo gris cubierto de nubes plomizas es iluminado por las farolas de la ciudad, dando un aspecto al cielo de eterno atardecer. La gente se refugia en los soportales o bajo sus paraguas, pero a ti te da igual. ''Sólo es agua'', piensas. ''El agua no hace daño a nadie''.

Y sigues caminando, con las nubes por paraguas. Las gotas cambian de intensidad de vez en cuando. Algunas se clavan en tu piel como alfileres, para poder eliminar todos los restos de tristeza y hiel que puedan empapar tu alma. Otras, suaves como un suspiro, acarician lentamente tu cara, recorriendo con un dedo frío tus mejillas y tu cuello.

martes, 24 de septiembre de 2013

Pequeñeces

No quiero regalos,
ni flores, ni bombones, ni joyas.
Sólo quiero que te quedes conmigo.
Quiero el "aquí" y el "ahora".
Y un abrazo.
Y un beso, y un "te quiero", y otro abrazo.
Pero nada más, ¿eh?...

Que no quiero parecer caprichosa.

martes, 17 de septiembre de 2013

Carta a Helena de Troya

Querida Helena:

Lo primero que quiero decirte es que, en cierto modo, siempre te he admirado un poco. En algún momento de mi vida siempre he pensado que ojalá hubiera tenido el mismo valor que el que tú tuviste para dejarlo todo atrás y luchar por lo que querías, sin arrepentirte ni dudar.
Si tienes tiempo, me gustaría hablarte de cómo ha cambiado el mundo desde tu época.
Por ejemplo, no habrías tardado tantos meses en llegar a Troya. Habrías cogido un avión (una caja de hierro que vuela, digamos que manejada por brujos) y en un par de horas ya estarías en casa de tus suegros. Y luego, no habrías tenido tantos problemas al dejar a Menelao. Hace siglos que se inventó una cosa llamada divorcio, que es un papel por el cual puedes dejarle y además, llevarte incluso parte de sus riquezas sin que él pudiese decir nada. Fantástico, ¿eh?
Siendo tan guapa como se dice que eras, algún espabilado te habría hecho fichar por una agencia de modelos. Y te habría exhibido por todo el mundo, llevándote en la caja voladora a todos los rincones a hacerte fotos, a ir a orgías por obligación y a pasear por un tablón llevando togas y túnicas más caras que toda Troya. Y habrías tenido todos los hombres que hubieras querido, igual o mejores que Paris.
Pero, querida Helena, ya no se va a la guerra por cosas tan románticas y “poco rentables” como una mujer hermosa. Los grandes gobernantes de este mundo luchan por petróleo, parecido a ese aceite que usaban en tu época para las lámparas y antorchas. Y tu guerra habría durado menos, porque con dos bombas y media habrían dejado Troya como una escombrera. Y ni caballo, ni Aquiles vengándose, ni Paris salvándote, ni nada de nada. Además, en este mundo la gente es esclava de unas cajitas de luces que les dicen todo lo que pasa en el mundo y lo que dicen otras personas, y la vida es mucho más complicada que en tu época. No es tan sencillo amar a alguien, o desear a alguien, porque todo el mundo te mira y cuestiona lo que haces. Y con lo valorada que está la belleza ahora, algún día Paris encontraría otro culo que perseguir y te dejaría sola con tu belleza y tus togas carísimas.
Así que, Helena, que sepas que a veces envidio tu suerte. En tu época todavía quedaba algo de romanticismo por el que ir a la guerra. Ahora la gente sólo mira sus cajitas de luces, perdiendo de vista la vida que tienen alrededor.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Tu casa, en mi corazón

En mi corazón
tienes una "casa".
Es una habitación pequeña,
de paredes adornadas
con fotos de nuestros recuerdos.
Hay también una gramola
que toca nuestras canciones,
y una chimenea encendida
para que nunca tengas frío.
Tiene dos grandes ventanas
para que entre mucha luz
y para que pueda verte volver
a tu casa en mi, donde yo estaré
esperándote siempre,
con la puerta abierta
y la chimenea encendida,
para que siempre quieras venir a casa.

jueves, 12 de septiembre de 2013

"Nunca volveré a ser joven" de Jaime Gil de Biedma

Este es uno de mis poemas favoritos, y lo quería compartir con vosotros. Espero que os guste tanto como a mi :)
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde ­
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos ­
envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Qué me dices?

No te prometo ser siempre felices,
ni champán y fresas por San Valentín
ni el desayuno en la cama los domingos.
No te prometo sonreír todos los días,
ni un paseo por París en otoño
ni hacerte la vida más sencilla.
Tampoco te prometo la paz,
ni un sol brillando eternamente
ni un mar en constante calma.
Lo que te ofrezco (si lo quieres)
es un hombro en que apoyarte
y un refugio entre mis brazos.
Lo que te ofrezco es una vida
limpia, nueva y a estrenar
para amarte sin reservas.
Te ofrezco aventura y pasión,
y un billete para empezar conmigo
un nuevo viaje... ¿Qué me dices?





domingo, 1 de septiembre de 2013

Para siempre

Para siempre, toda la eternidad...
Es un tiempo muy indeterminado.
Así que, por ahora,
contentémonos con el hoy,
con el ahora, con el ya.
Sin esperar al "para siempre"
para no soltarnos nunca.