
Era mi cine preferido, y en él descubrí mundos increíbles: fui a Hogwarts un par de veces, perdí una apuesta y tuve que ver "Hannah Montana", llevé a mi hermano pequeño varias veces y me reencontré con mi infancia, viaje a Pandora con "Avatar" y me quise quedar allí... Y así con al menos cien películas, todas con sus anécdotas y sus historias.
Anteayer nos despedimos con "La vida secreta de Walter Mitty", una película fantástica que me caló bastante. Pero esa tarde lo que me emocionó no fue la película, fue el hecho de que no me volvería a sentar jamás en cualquiera de esas butacas. Y salí de allí mordiéndome el labio, deshaciéndome con la punta de la bufanda de un par de lágrimas discretas. Porque siempre es triste que algo que lleva toda la vida en el mismo sitio desaparezca.
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