martes, 7 de enero de 2014

Adiós, Roxy

Hace dos días fui a despedirme con unos amigos de una de las salas de cine más emblemáticas de mi ciudad: El Cine Roxy. Una sala que hace poco cumplía 75 años en el panorama cinematográfico de Valladolid y que mañana se despide para ser convertida en un casino. Triste, ¿verdad?

Tengo muy buenos recuerdos en esas dos salas: las carreras por conseguir un abono para la SEMINCI, cuando nos llevaban con el instituto a ver películas de nombre impronunciable, pero que luego te calaban por dentro; las fugas cada vez que había unos eurillos en la hucha a ver cualquier película porque sólo estar allí ya era pura magia.
 Era mi cine preferido, y en él descubrí mundos increíbles: fui a Hogwarts un par de veces, perdí una apuesta y tuve que ver "Hannah Montana", llevé a mi hermano pequeño varias veces y me reencontré con mi infancia, viaje a Pandora con "Avatar" y me quise quedar allí... Y así con al menos cien películas, todas con sus anécdotas y sus historias.

Anteayer nos despedimos con "La vida secreta de Walter Mitty", una película fantástica que me caló bastante. Pero esa tarde lo que me emocionó no fue la película, fue el hecho de que no me volvería a sentar jamás en cualquiera de esas butacas. Y salí de allí mordiéndome el labio, deshaciéndome con la punta de la bufanda de un par de lágrimas discretas. Porque siempre es triste que algo que lleva toda la vida en el mismo sitio desaparezca.

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