Sobre mi espalda desnuda
(con una sonrisa serena)
va vertiendo La Fortuna
a veces cal, otras arena.
Y aunque saliesen muy caras
las caras de la moneda,
aquí seguiría jugando
apostándose mis penas.
Casi no me queda nada,
Ella lo da y se lo lleva.
Mientras, me seguirá echando
el lunes, cal. El martes, arena.
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