Esas mañanas frías
en las que yo tengo miedo,
y me encuentras asustada
y rodeada de silencio,
tu coges mi (des)mudez
y le susurras un cuento.
Acomodas mi silencio
en un rincón de tu pecho
y le das besos en la frente,
acariciándole el pelo.
Cuando éste se convierte
en un llanto mudo y quieto,
tú le sujetas más fuerte.
Y ya no tengo más miedo.