No me enamoré de ti,
sino de tus palabras.
Sin conocerte me perdí
entre tus ríos de tinta,
le hice el amor a tus versos
(a todos ellos),
e imaginé tu rostro tantas veces
que no sabría describirte.
Unos ojos color metáfora
para que me pierda descifrándolos.
Unos labios que son prólogo y epílogo
de esta historia interminable.
Un tú, solamente tú,
que no hay palabras en el diccionario
para describir del todo
la mitad de tus lunares.
Y sigo colgando en tus rimas,
hasta que te vea, y la imagen
todavía valdrá menos que tus palabras.